Racimos huecos de vertientes vacías se dibujan;
arena inmóvil, serpientes muertas, caos de esperpentos tragados por los agujeros,
cielos de rojos purpuras encendidos,
de grisáceos horizontes y opulentos refucilos.
Se está acercando la noche…, se acerca;
el satélite gira, despavorido gira, iluminado entero gira, espantado gira;
se encienden las luces de tachonados cielos y neblinoso firmamento,
casi en los oscuros laberintos se destellan luminarias de noches osadas
y entre los sombríos huecos de sedimentarias rocas, areniscas cuarzosas, mosaicos de cristales de cuarzo de bordes rectilíneos.
La mar en su costa se extiende rugiente. Hay momentos de ocio, de sosiego interno, de tranquila noche, de miradas huecas.
Azulinas aguas redundan en mares,
gaviotas agonizantes, casi dormidas, casi cansinas
y se despiertan olas sobre las rocas muertas.
Barcazas lejanas brillando en el horizonte
ascienden y descienden como pidiendo auxilio
y en la lejanía se escuchan los sonidos de la nada absoluta,
como sembrando sombras de exiladas formas.
Mi mirada perdida expresa soledades, tristezas amorfas, sueños vacíos;
aquí en la playa estoy como abriendo mi alma en pena, sin nombre, sin identidad, con sabor salino, en este plenilunio
CARLOS A. BADARACCO
13/10/11
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