He trepado por las nubes del tiempo,
he llegado a distancias siderales,
allá donde los espacios son eternos
y las rutas son inmortales travesías.
Al llegar me encontré a mí mismo
con un sinfín de honores y trofeos,
pero advertí entre mutismos y laureles
que de nada serviría aquella meta.
Alcanzar el final de mi destino
sin haber dejado en mi camino
huellas con valores perpetuados
significa un fracaso intolerable.
Mi vida hubo de haber sido una luz,
un candil para iluminar los caminos,
la simpleza pura que no admite galardones,
lo contrario es para mí una nada
que le quitaría sentido real a mi existencia.
CARLOS A. BADARACCO
5/10/11
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