Yo tenía los ojos abiertos,
veía los suyos tristes, llorosos,
la luz de la noche
los encendía de estrellas
y un arroyuelo muy tenue
caía por su rostro moreno.
Yo tenía los ojos abiertos
distinguía su vida,
allí, delante de mí,
arrojado sin ropas,
de rodillas estaba
y la noche le caía
con su manto de nubes.
Yo tenía los ojos abiertos,
las sombras lo envolvían
con un soplido de brisa,
sus manos tendidas
a un lado del cuerpo
parecían de cera,
piel de durazno.
Ahora la muerte,
se aproxima en silencio,
el niño moría,
en paz y armonía,
ya no sufría
el hambre ni el frío
el niño dormía
en la paz del silencio.
Yo tenía los ojos abiertos
y no sé qué miraba.
Yo tenía los ojos abiertos,
cuando él se moría
yo cerraba mis ojos,
mientras él los abría.
CARLOS A. BADARACCO
30/9/11
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