martes, 25 de octubre de 2011

DESTINOS DOLIENTES de CARLOS A. BADARACCO



A veces pienso
en esa soledad que siento,
que me condena cruelmente
sufriente a un destino infame
que se lanza sin premura
lentamente, acuciante
e indolente
y se transmite casi sin consuelo
desde este espíritu  doliente.
Las notas tristemente
arrojadas desde el piano
hacen de esta sala
un rincón de sufrimiento.
Es como una lluvia
que en la tarde colma espacios vacíos
y que con el alma destrozada
esboza rincones sin tiempos
con sentimientos adormecidos.
A veces mi emoción es tan desbordante
que no encuentro paz en el alma
y a pesar de esas letras de aliento
que sé brindar con alegría 
hay rincones de soledad
en mi interior casi sin vida,
casi un espacio de angustia creciente
que en la soledad de la sala
se hace más profundo,
y más hiriente.
Una copa y un whisky,
un cigarro en la penumbra
son mis compañeros de la vida
aquellos que en mis largas penurias
me sujetan de mis hombros.
Esa soledad insoportable
ese corazón tan dolido
que atormenta mi destino
y lo hace siervo del fracaso;
amores tibios, amores puros
que se van perdiendo en el tiempo
y que en el medio de la sala
se van metiendo en un espacio abierto
de este alma atormentada.
No es por eso que hoy lloro
es por mi soledad insoportable,
mi ansias ardientes e incontrolables
que en mi demencia se despiertan.
Alzo a veces un pedido,
un clamor de nuevo auxilio
y sin embargo esta nada que me envuelve
me deja arrojado a un abismo.
Son silencios, son tormentos
son letanías que en un momento
van surcando tristemente
los instantes atormentados
de esta vida sin destino.

CARLOS A. BADARACCO
19/10/11

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