Abro los ojos
allá donde la miseria reside,
dolores de espanto,
de cruces y llantos.
Cómo no ver,
cómo cerrar los ojos y ser,
como admitir existir como
un triste morador de sueños,
de utopías baratas,
de profana e indigna desidia,
de arrogante perfidia.
Cómo ocultar la mirada
al indigno lamento
de aquel que sufre,
del que llora y no mama,
del que tiene hambre
y encierra vacío en su panza.
Un niño que extiende su mano
para pedir un simple trozo
de ese pan barato
que come alborozado,
cerrando los ojos,
disfrutando lo indigno.
El perfil indigente
de la gente que llora
que no esgrime la hora
de pedir justicia
para dejar de llorar.
Un grito de revolución
contra lo vulgar,
lo indigno,
lo supino,
lo injusto.
El perjurio de una vida
que es luto
que no concibe
la llamada de un pueblo.
Un movimiento rebelde
contra la idiotez,
un azote a la indiferencia
procaz de los ciegos al dolor.
La fuerza indómita
que los jóvenes de antes tenían
y que fue callada para siempre
que encendía la furia
contra las injusticias de la vida
¿Dónde está ese coraje
que los intereses mezquinos
acallaron para encerrar al ciudadano
en la ignominia asquerosa
que los socaba en la mentira?.
¡Oh, vida, no lo puedo entender!
CARLOS A. BADARACCO
28/0/11
No hay comentarios:
Publicar un comentario