El bar vacío,
una noche en tinieblas,
sus persianas bajas,
sus mesas vacías,
mojadas por lágrimas
que en la noche un parroquiano
dejó tendidas en silencio.
Se olfatea el encierro,
la música de antaño,
un tango compartido
que se ha callado,
está en reposo.
No hay siquiera un eco
de penas ni engaños,
qué solitud tan proclive
a la nada absoluta.
Me cobijo en recuerdos
aquí lloré desengaños,
amores pasados
que también ya murieron
en el tiempo olvidados.
Se apagaron las luces
de aquel bar de la esquina
donde la rutina quedo
impresa en sus billares.
Ya todo está en calma
el olvido ha llegado
ha colmado sus paredes,
las distancias han trazado
un dolor casi renuente,
un dolor que se hunde
en el alma profundo
como si el bar fuera el eco
de una vida acabada.
Se apagaron las luces
de una adolescencia encendida
que en la vida nos trajo
sabores viejos al alma
y hoy ya extintos
los dolores renacen
y sin remate alguno
mueren las lágrimas
en el suelo por la vida pisadas.
son nostalgias casi extintas
recuerdos dormidos
que se extienden en el tiempo
como si fueran estigmas
de mi vida pasada.
El bar de la esquina
sus evocaciones renacen
día a día en memorias vacías,
la muchachada de entonces
los chistes y enojos
Los mismos antojos
que en la juventud
nacieran se encuentran
en evocaciones rebeldes
que en el tiempo de siempre
están como dormidas
También aquella muchacha
que lloraba sus penas
entre lágrimas y sollozos
y los amores de antaño
que se vierten como encerrados
en un tímido recuerdo
que nace fiero desde el alma
y que con sublime emoción
hoy se vierten en la distancia.
CARLOS A. BADARACCO
28/9/11
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