Al alzar la voz entre los silencios
se advierte siempre al monstruo
que desde dentro sale con la furia de un tornado,
de un huracán embravecido, de un ciclón enceguecido.
Se lanzan sables al viento y se arrojan fuegos hirientes
provocando sentimientos perversos
que hieren y pervierten con sus filos.
Los lamentos luego, amigo mío,
son como serpientes que van quemando tu interior;
todo se carcome, todo se destruye.
Alzar la voz entre los silencios sólo descubre la demencia
y más tarde, como una espina clavada en el alma,
como una daga que atraviesa indómita
y que ensangrentada se arroja a los vientos,
la insolencia y la indolencia ha nacido en el corazón.
Se fue perdiendo la razón
que hasta ese momento era capaz de cambiar al mundo.
La ira produce ira, la furia entra en sinrazón
y en la vida de relación se acaba el tierno clamor
que reinaba siempre entre la amistad y el amor,
nace de repente un escudo humano
que se forma en un instante entre tu vida y los demás;
allí, mi querido amigo, se ha perdido todo valor
la indigna seducción que has mostrado hasta entonces
se quiebra para siempre y la soledad omnipresente será presa de ti.
CARLOS A. BADARACCO
20/10/11
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