Aquí hay un testimonio de un anciano en el hogar que visito, si se quiere muy pesaroso, pero que se levanta al final, recordando los mensajes que transmitió durante su vida a los demás y que, aparentemente, no fueron malos del todo…
Qué rostro tan inmundo se me aproxima,
tiene las facciones de lo ingrato,
lo viciado, lo infame, lo soberbio,
la melancolía de la soledad, la injusticia.
El espanto, lo horroroso y tenebroso
se presenta sin los códigos de lo humano,
repulsiva se hace visible esa imagen
tan grosera, tan negra y repelente
En qué momento el umbral que necesita
se abrirá para encontrarnos
cara a cara, frente a frente, sin conjuros.
Se cortan de repente los futuros,
las ignotas deferencias con lo vigente
será caldo de alimento de alimañas.
Allí está y es tan arrogante que aún espera
abrirse paso lentamente como fingiendo
una amistad eterna y suficiente.
El odio se refleja en su faz tan repulsiva
y extiende su mano hosca y erizada.
No significa con ello que esta imagen
se vaya enaltecida con sus logros
en mí ya no hay vestigios de finales,
aunque la tierra se hunda en el vacío,
allá en el futuro seguirán viviendo
mis mensajes que trascienden en la vida
y en las almas de los que aman la misma existencia.
CARLOS A. BADARACCO
23/7/11
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