El viejo banco, sus añejas marcas
los nombres grabados de la barra aquella,
las dulces horas de los años mozos.
El viejo banco del primer encuentro
del abrazo largo, del sutil tropiezo,
de las largas charlas y los mimos tiernos.
El viejo árbol que sombreaba sueños
de futuras novias, de ternuras ciegas.
El viejo banco, aquel que juntaba
lágrimas vacías de pesares tiernos;
gentiles soñares de adolescencias vagas,
de perros vagabundos que acogíamos todos,
palomas que pasaban iluminando cielos,
la plaza y el banco donde juntábamos quimeras,
la barra y la novia, el futuro y el pasado
como sembrando sueños, como adorando penas,
el anciano guardia y sus enojos vanos,
el bebedero hueco de chorro helado
que calmaba la sed y limpiaba llantos;
en el mismo sendero de polvillo rojo
caminábamos pensando en futuros juntos
y hoy, caminando lento se presentan memorias
que conmueven ilusiones, pasados vivientes
que iluminan nostalgias.
El viejo banco muestra los nombres
de la barra aquella, de la novia pura
y allí contenida, como pidiendo un beso
una lágrima vieja atravesando un sueño,
un milagro nuevo y un recuerdo viejo.
CARLOS A. BADARACCO
2/8/11
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