Guárdenme de las alabanzas
que me llenan de orgullo falso
dadme de castigos vivos
que me enseñen a vivir un poco.
Los caminos están cerrados
para aquellos necios que ciegan
a los ignorantes cultos de siempre
que saben apenas hablar.
No alaben a los simples tontos
que no tienen cerebro y ríen,
alaben a los humildes
que tienen corazón de acero.
Guárdenme de las alabanzas
que ciernen mi intelecto puro,
el que no está corrompido
por los agoreros de turno.
Serán como rosas muertas
las lozanas palabras vacías
que llenan los corazones
de vanos alardes falsos.
Acá están como siempre
los castos y los profanos,
los que te quitan el alimento
guardando pronto la mano.
Los bolsillos del disoluto
están sin ningún centavo
a que alabar lo muerto
si al fin morirán primero.
No cabe en cabeza alguna
que sean tan falsos los torpes
no quedan ya ni virtudes
que se llenen de valores firmes
Están como vacíos
buscando quizás honores
no tienen por qué buscarlos
vienen con sabor ilustre.
Así nomás las lealtades
se apagan como una vela
cuando ya no se necesitan
se sofocan sin que nos duela.
Guárdenme de las alabanzas
que me llenan de orgullo falso
no sean ruines felpudos
donde se limpian las botas sucias
sean como los hombres probos
que viven en la paz con todos.
Si alguna vez en mi vida
me crucé con estos seres espurios
fue porque mi labor lo exigía
fui docente, hombre y seguro.
CARLOS A. BADARACCO
10/8/11
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