Si he de encontrar una musa
habré de hallarla antes de sucumbir;
mi aliento, como fría caracola
que nace ferviente del lecho marino,
aguarda el instante preciso
para abordar el primer escalón
de una escalera hacia la nada.
No he de permitir que mi desvelo
se alce tempranero en mi existencia,
los días se levantan funestos como las olas
cuando entre las rocas chocan enfurecidas.
Castaños y almendros florecidos
esperan que sus frutos den cosecha,
así espero yo ante la vida
se alcen los valores desde la siembra
y siendo esta existencia perimida
habré de levantar un cimiento nuevo,
una semilla de castaño o de almendro
para que brote y dé frutos aun creciendo.
Los niños, ¡HOMBRE!, ¡Ay de los niños!
¿qué será de ellos sin la presencia
de los valientes seres de la historia
que se murieron día a día sin un lamento,
sin siquiera reconocer sus preceptos,
aquellos que con su lucha han sembrado
a cada hora, en cada instante de sus vidas?
Caen desde el cielo estrellas fugaces
como látigos que castigan a nuestro suelo
son reveses que recibe el mortal por su osadía,
por la desidia mostrada ante los hombres
y siendo un castigo que nos da el firmamento
se habrá de rasgar el cielo
y su sangre dejará un reguero
de tintes rojos en nuestra historia.
Si he de encontrar una musa
habré de hallarla antes de sucumbir;
mi aliento, como fría caracola
que nace ferviente del lecho marino,
aguarda el instante preciso
para abordar el primer escalón
de una escalera hacia la nada.
CARLOS A. BADARACCO
20/8/11
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