En la espesa niebla matutina
se desdibujan las siluetas de la estancia,
los campos no se ven, se han fugado
tras un manto de bruma y pesadumbre.
Allí estaban los peones trabajando,
los tractores con la pala abriendo surcos,
las sembradoras lanzando las simientes,
las vertederas volteando la greda a un costado
y en la mañana mojada de rocío
se levantan las hierbas entumecidas
¡Qué loco el tiempo que nos entrega esta mañana!
a las doce del mediodía se habrán disipado
las tinieblas matutinas y el sembrado
habrá dejado los surcos cubiertos por la tierra.
CARLOS A. BADARACCO
31/8/11
No hay comentarios:
Publicar un comentario