sábado, 10 de septiembre de 2011

DE NIÑO A HOMBRE de CARLOS A. BADARACCO


 
 
De repente comencé a succionarme el dedo
y una luz pareció manifestarse,
una esperanza quedó depositada en el espacio
y desde allí se propagó hacia los vientos.
Un suave dulzor, una simple ternura,
una sensible caricia se deslizó
suavemente por mis entrañas.
El candor del saber se escurrió
como el agua se desliza entre los dedos;
allí estaba mi esperanza
depositada en lo profundo de mi esencia,
estaba como ansiosamente aprisionada
entre los más simples conceptos de la existencia:
amor, pasión, dignidad, valor, ecuanimidad.
La tímida ansiedad se fue colmando
en medio de un oscuro laberinto;
se hizo la luz de repente y con ahínco
las palabras comenzaron a cobrar sentido;
así se fue creando un espacio
de esplendor, riqueza  y  apogeo;
la inteligencia comenzó
a expandirse entre silencios.
Yo no supe contener mi algarabía,
fue como develar el entendimiento.
Las mejillas se sonrojaron en un perpetuo
grito de alabanza al intelecto
y así colmando mis saberes
nací cada día en algo nuevo;
el saber se iba conformando en un ensueño
que se extendía cada vez en un creciendo.
Recorrí con ellos el firmamento
y comprendí que no estaba solo en mi sendero,
había otros seres que con los dedos
comenzaban un camino nuevo al intelecto.
En sabia compañía me sumergía
y tomados de la mano todos juntos
marchamos como incansables peregrinos
hacia el saber del conocimiento prometido.



CARLOS A. BADARACCO
30/8/11

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