El exacto contacto entre la levedad y el valor
es una distancia tan corta como la impronta del día.
El día…
se vuelca por entero ante mis ojos dormidos,
la claridad consentida se inserta excluida
y en un pliegue de mis párpados
un rayo crispado ilumina de pronto la sala oscura.
Sala lúgubre, de espacios dormidos;
el tiempo es testigo de un estigma perdido,
son ondas perennes de recuerdos sentidos,
evocaciones que surgen desde el oscuro recinto.
Quizás estén allí como fantasmas extintos
y se levanten entre las sombras
buscando quién sabe qué historias.
Allí están, iluminados por un rayo
que en la sala estalla en mil destellos viciados
al chocar contra un espejo que proyecta un espectro
que nos llama sumido desde un pasado lejano.
Una sala luctuosa de lamentos dormidos,
de gemidos profanos que surcan los espacios
en un tiempo vacío.
En el silencio del espacio los recuerdos deambulan
y una melodía sufriente acompaña las horas
desde el rayo que se hunde en la estancia sombría
un simple acorde se dibuja en el tiempo
son como signos de luto que se esbozan silentes
y en la paz elocuentes se levantan y llaman.
CARLOS A. BADARACCO
24/8/11
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