miércoles, 22 de junio de 2011

RASGOS de CARLOS A. BADARACCO











Felizmente,
una pequeña voz penetró en mi corazón,
silente e inspirada,
expulsó con vehemencia
un temblor que invadió el alma.
Casi sin palabras prorrumpió
y tenuemente esbozo,
un grito de albedrío.
Altares de pasión inconmensurable,
que expelían un sórdido mensaje,
bríos de deseos y placeres
se desataron en un leve gemido
irradiando sentimientos, romances,
locuras, goces, tormentos;
revelando tramos de una vida oculta,
lánguida zozobra otoñal de un espacio
encantado
de luces y quietud iluminada;
fervientes pasiones encendidas,
lágrimas furtivas
que esgrimían  mansamente sentidos,
murmullos de placeres y seducción,
con penas corroídas
y una lejana heredad de sueños profanos.
Un espacio poblado de sentires,
la urgencia suplicante
de halagos adormecidos
pero aún vigentes en  recuerdos
lejanos y carnales
y una puerta abierta al pasado
quizás espléndida,
o turbulenta, provocante,
que desbordaba el alma
y la ensalzaba en  eternidades,
consumiéndome en deseos lujuriantes,
que sostenían con fuerza mi existencia,
apenas juveniles años de ingenuidad.
Desde el sol, sin embargo,
la ilusión, la esperanza y el deseo,
la dulce alborada de un futuro.

CARLOS A. BADARACCO
13/06/09

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