Sólo un estruendo rompió el equilibrio;
la sensación a tempestad y hastío
levantó la polvareda al poniente.
En medio de una noche errante
el silbido acuciante de la ventisca
esbozó como en cristales rotos
la oscuridad plena de osadía.
Nubarrones pesados, lúgubres
se presentaron incipientes, solitarios.
Relámpagos, refusilos y centellas
levantaron la noche a la distancia
y en medio de un cuadro lóbrego, tenebroso
apareció impasible la borrasca.
CARLOS A. BADARACCO
15/10/10
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