He subido y bajado muchas montañas,
he surcado mares y praderas,
he sufrido el hambre y la pobreza
y he soñado con amores imposibles.
En todos los lugares he advertido
que el mundo se maneja sin amor,
que había hombres arrogantes
y amantes de guerras indolentes.
Comprobé la indigencia y la muerte
como signo siniestro de la existencia.
Lamentos y gritos de amargura
que el hombre disfrutaba con jactancia.
También he visto la miseria
y el bramido desgarrante de la muerte,
las heridas con llagas carcomidas
y la vida violentada y compelida.
Lo he visto a Jesucristo muchas veces
en el mismo sufrimiento de la gente,
el dolor de sus llagas infectadas
y su muerte en una cruz escarnecido.
Dios, ¡qué locura domina al ser humano!
que indigno es el sentido de la vida,
que soberbia carcome a la existencia
provocando injusticias y tormentos
Una mirada pesimista de la vida
para llamar la atención de tantos hombres,
un sinfín de deseos condenados
para calmar el poder de tanta infamia.
Sin embargo busco y rebusco la paz
que debiera surgir del propio hombre,
el clamor por la dicha y el gozo eterno
y la sutil remembranza de lo absoluto
CARLOS A. BADARACCO
6/12/09
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