miércoles, 6 de julio de 2011

DESTINOS de CARLOS A. BADARACCO












Subo, por los caminos que van al cielo,
rasgo los vientos más prodigiosos,
los aires de las alturas me envuelven,
me invitan a soñar,
a creer en un más allá eternizado.
Hoscos rostros me escrutan y sentencian,
vicios eternos se proyectan sobre mí,
cerrados y conspicuos lamentos,
se ciernen sobre mi triste existencia,
bocas herejes, dedos indicadores,
exhibiendo proyecciones, (influjos) ya polvorientos,
acosado por la injuria,
acosado por la desidia.
¿Qué espécimen de alimaña?
¿Cuándo terminará mi tormento?
¿Cuándo cesará mi martirio?
acosado…acosado…acosado...
Llego a la cumbre, abro mis destinos,
corro contra el viento a lo largo de la cima.
Ahí está, ella, la muerte, aguardándome.
La revelo, expongo mi suplicio
y conmuevo mis entrañas viciadas.
Quito la niebla y vuelvo a quitarla otra vez.
Con pequeños gemidos me proyecto al vacio, el viento me sacude,
 desesperado, infeliz, me descubro frente al destino,
vuelo por los aires, caigo y recaigo, todo se alivia prontamente.
El zumbido del viento me resuelve,
alivia mi tormento, la niebla se disipa poco a poco,
 ya más rápido, ahora es brusca mi caída.
Rocas, árboles, follajes,
arroyos y manantiales me reciben,
grandes praderas,
noche estrellada, estrellas
solitarios pinares, nubes,
centenarios, milenarios robles me rodean,
sombras y una mortaja que me aguarda.
Todo sucumbe, todo regresa, la vida también.
Los perpetuos robles se proyectan,
extienden sus brazos y, entonces, me detengo,
lentamente me detengo.
Vivo,  vivo extirpado, impelido,
encumbrado,
acarreado, arrastrado, resistido,
sacudido, fuera del destino  y,
por el impulso de la misma vida, salvado,
por ella,
por la misma y cruel existencia.

12/04/10

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