Fui en ti, mujer, la semilla, la fuerza,
la senectud que alentó tú vida.
Fui la luz en el ocaso,
la existencia de los siglos,
el manjar de tu cuerpo, mujer,
fui la razón del ser y el final de los tiempos.
¡Ah!, qué paz hay mi espíritu,
un silencio que me colma,
la sensación de lo sublime.
Fui un faro que te ha alumbrado,
un astro que ha marcado tu camino
¡ah!, amada, amada mía,
no pueden existir más en este día
los intervalos excelsos de plenitud máxima,
de unidad en mis sentidos.
Necesito de ti, para subsistir
de tu néctar, de tu miel y de tu savia.
Del fuego ardiente de tu deseo,
extraje la energía para amarte,
del calor de tu cuerpo enardecido
la razón de ser de mis sentidos
Alma que me colmas,
que llenas el cáliz de mis apetitos,
la corola fugaz de mis sentimientos,
la primigenia sensación de la locura,
el tímido temblor de mi ternura.
Fui, mujer, el alfarero que dio tu forma
y jugó con tu barro y con horma
lanzando quejidos de paz y de sosiego,
gemidos de sed y regodeo
Fui, mujer, el sentido de tu amor,
la luz de tu adoración y tu existencia
CARLOS A. BADARACCO
12/06/10
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