martes, 19 de abril de 2011

EL ODIO DE LOS CONDENADOS de CARLOS A. BADARACCO

 (DERECHOS RESERVADOS)







Vez pasada tuve la oportunidad de viajar  en un micro de larga distancia, viajaba a San Luis a visitar a mi hija, viajaba decía, con un señor de mediana edad. En la conversación que circunstancialmente se inició, luego de ver un accidente en la Av. Rivadavia,  comenzamos a tocar el tema de la muerte, no es un contenido ameno, pero se dio de esa manera. El señor me contó el odio que nació en su barrio, odio hacia él naturalmente y que a su vez profesaba a la gente que lo rodeaba. Me conmovió profundamente su desgraciada vida de relación.  Se definía como un individuo hosco, huraño y poco afecto a las relaciones, me cuesta entender cómo se dio esta conversación conmigo. Vivía recluido en su casa solo, y estaba enfermo de cáncer ya casi terminal, militar ya retirado, sin familia, hasta sus hijos se habían ido a vivir solos y su esposa había fallecido. Me di cuenta que su soledad provenía del inmenso rencor que guardaba en su corazón. Lo dejé hablar mientras en mi mente se iba dibujando este poema que nació en esa circunstancia justamente. Explico esto pues no es un sentimiento que comparta en absoluto. Lo he titulado:

EL ODIO DE LOS CONDENADOS

He cavado muy profundo
las tumbas de mis enemigos,
las he adornado con estiércol,
con ramos de ortiga viva,
con lacra de sepulcro inmundo
las he pintado en la tierra.
He cavado muy profundo
las cimientes de sus recuerdos,
son como lastres que me hostigan
los lazos que los mantienen vivos
Y en el medio de sus tumbas
sigo poniendo estiércol
para ayudarlos a pudrirse
en ese infierno maldito.
Qué Dios ilumine mi vida
pues yo también he de morirme
y no me importan los cardos
que se planten en mi tumba ardiente,
serán como bellos capullos
las flores negras que nazcan
del odio tan venerado
que algunos han de otorgarme.

CARLOS A. BADARACCO
04/01/10

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