Lentamente,
camino por entre las hojas doradas del atajo.
De un lado, árboles sinuosos, espectrales,
antiguos algarrobos que arquean sus ramas
como queriendo alcanzar el suelo.
Del otro lado un cerco de pensamientos,
violas y crisantemos,
que frondoso y exuberante me acompaña
como deseando estirar al verano.
Las sombras fantasmales
se proyectan en el atardecer
y una bruma incipiente
comienza a brotar en la distancia.
Y allí, como melancólico
camino yo, reflexionando.
Una lejana melodía me acompaña
enamorando este momento sublime,
instantes profundos de meditación
y concentración insondable.
Los amarillos, marrones
y naranjas se proyectan.
En mi mente, parecieran recrear
el frío, la humedad y la lluvia
dando la impresión de un paisaje
mustio, sombrío y apagado.
El viento zigzagueante intenta evadirme.
Todo pareciera transmitir nostálgicos momentos
en un soplo excelso, de soledad
y a la vez un encuentro consigo mismo,
con la misma interioridad.
Ocultándose la tarde está,
como se oculta también el verano,
trayendo lentamente la paz y
el sosiego que envuelve al paraje
¡Ay, otoño de oro!,
¡cuánta belleza nos entregas,
cuánta soledad y nostalgia!.
Arde mi corazón de melancolía
en este otoño pleno y sombrío
CARLOS A. BADARACCO
25/6/08
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