De repente, allí estás,
como suspendida en el tiempo,
como alabada por el Olimpo,
como rodeada por la misma eternidad.
Bella, entre las más bellas
el firmamento te rodea,
te iluminan las estrellas
te sublima la misma luna.
Eres como una aparición
que conmueve al corazón,
sutil estampa de una diosa
que sugiere, que pregona, que clama
que inspira adoración,
que promueve la emoción
de un momento de demencia.
Increíble, soñadora, fatal, provocadora,
una imagen de ternura
que desprende pérfida locura.
Allí estás, envuelta en un halo de misterio,
de serpenteante deseo,
de lujuria y a la vez de devoción.
Blanca como la espuma
te deslizas entre la bruma
que suavemente te circunda
como iracunda fantasía.
Hermosamente justificas
la misma existencia,
la irascible presencia
del hombre sobre la Tierra.
CARLOS A. BADARACCO
11/6/10
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