(DERECHOS RESERVADOS)
Como poseyendo la razón
el cartero golpeó a mi puerta,
y en medio de mi sufriente silencio
retumba el llamado, como en reyerta
Golpeó nuevamente
y luego lo hizo otra vez
como impaciente en comunicar
una noticia inesperada
tan sutil y desesperada,
que trasciende mi alma inquieta.
Es el cartero, el que se impacienta y grita,
- ¿Apúrate Serafín!, ¡Apúrate, abre la puerta!
que presiento noticias bellas
que moverán tu espíritu indómito.
Tus sueños me han llamado y aquí estoy
impaciente Serafín,
¡Apúrate, que es para bien!...
Abrí la puerta y con placer,
el cartero me entregó
la carta en discusión.
La abrí y comencé a leer.
No se equivocó, era el amor
que golpeaba la puerta
El cartero lo presintió,
y se conmovió
- Era mi corazón el que te llamaba, me dijo
¿Me equivoqué? ¿No es lo que esperabas?
- Sí, le dije con alegría, sí ¡qué felicidad!
mi amor vuelve a mí,
las rosas florecen otra vez
es distinta la brisa mañanera
los pájaros vuelven a cantar
hay aroma a perfume en el aire
todo vuelve a nacer
las palabras cobran sentido
mi corazón vuelve a latir
todo es luz, incluso en mi sentir
la claridad me envuelve otra vez
y el calor del día se posiciona en mi.
Siento amor, amor de verdad
¡Gracias amigo, amigo mío, gracias otra vez!
- No hay de qué, agregó,
- soy un juglar que interpreta al amor
y cuando lo presiente desespera por cantar
CARLOS A. BADARACCO
23/03/09
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