Estoy y no estoy
es como un enigma tan crucial
que la vida se encierra en un misterio
y allí está la suprema razón de existir
Quién soy, es un albur,
un sigilo que se descubre en el devenir
y allí en ese concebir la existencia se evidencia
como un profundo interview
del que surgen como impávidos
los sentidos más críticos del vivir.
Los fantasmas acosan nuestra impronta
se detienen y deambulan en un constante acontecer.
Una vida sin ojos, una mirada vacía,
sin semblantes adustos que se empecinen en pugnar.
El amor está allí, pero en su insignificancia se esconde,
se niega a transcurrir, a ser un sendero de luz.
Los ángeles caen rendidos a los mortales
que sin fulgor se atosigan para pronto desaparecer.
La historia de la humanidad nos aguarda sin embargo
y en este mágico transcurrir una luz casi siniestra se presenta
en la meta final de nuestro fantástico ser y permanecer,
brutalmente atravesados por esa historia,
supervivimos sin advertir la mediocridad
que despavorida nos irrumpe.
Se agiganta paso a paso,
la mezquindad que nos “ennoblece”
y al fin se oscurece el sentido real del existir.
Relaciones enfermizas con la propia indignidad
nos sumergen día a día en un oscuro laberinto,
en un profano meandro del cual nos es imposible salir.
Estoy y no estoy, he allí el dilema
con el consabido anatema de estar y no estar a la vez
expulsados de la vida social que nos aprisiona.
CARLOS A. BADARACCO
6/10/11
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